“Cuando se despertó, las prostitutas todavía estaban allí. En el aquiler de la casa de éstas, pequeña, pero coquetamente amueblada con una cama grande vestida con sábanas de seda y cubierta por una manta de pelo de leopardo marrón fuego.
Vitrina transparente iluminada.
¿dónde había dormido él, qué barrio era ese, con tanta muchedumbre, con tanta vida nocturna, con tanto deseado jolgorio?
El es un habitante más, ya. un cliente más, visitará en alguna otra ocasión?… Este Barrio que ilumina con luces rojas y haciéndolas más provocativas, si cabe, a sus sexis y casi desnudas inquilinas.
Seguirá…